Siempre que puedo, y eso sucede frecuentemente por su estratégica situación entre los museos de Madrid, voy al salón conocido como La Pecera (1) del Círculo de Bellas Artes. Lo hago básicamente por tres cosas, por el ambiente, por allí deambula el todo Madrid culto, aunque no sólo, también por la comida y, sobre todo, porque quiero agradar a quien me acompaña. También , y eso es obvio, por la composición de su arquitectura y su decoración.
Todas las veces que he estado allí he visto a alguien de ese mundo de la cultura más o menos efímera que pululea por Madrid. Una vez fue Iñaqui Gabilondo, otra Juan Luís Cebrian, un par de veces Manuel Vicent, otra Victoria Prego,...
Siempre que voy con alguien le prevengo, aunque no siempre ocurre.
Mientras pedimos vez para ocupar nuestra mesa, con intención de hacerle los honores a un cocido madrileño, allí lo guisan de muerte, el hábil y atento maître nos invitó a sentarnos en los sofás del fondo.
El que parecía más libre estaba en parte ocupado por alguien que al parecer urgido por un voraz apetito deglutía un sanwich un poco chorretoso que bordeaba el lugar por donde debía entrar. Se limpiaba como podía con el envés de la mano despues de gastar varias servilletas de papel.
Parecia poco cómodo ofreciendo su vista que adivinaba no muy ortodoxa. Realmente me dio un poc de pena. No se le veia muy relajado ni contento. Pero bueno le agradecí que formalmente nos diera permis para sentarnos en sus proximidades.
Mi acompañante me hizo un gesto para que me fijara. Después, ya ante el cocido, me explicó que era un personaje de la crónica rosa. probablemente el más conocido. Pero que últimamente había caído en desgracia. Mi comentario fue una reflexión sobre lo efimera que es la gloria.
Sit transit gloria mundi, tempus fugit y todo eso.
Por si acaso concluimos con el máximo deleite el cocido que fue debidamente agasajado con un pastel de frambuesa, igualmente exquisito.
(1) La Pecera es un espacio dedicado a la gastronomía y a la relación social, incluyendo funciones de restaurante y cafetería. De arquitectura neoclásica, contiene una destacada selección de obras de gran formato, que cuelgan de sus paredes y ocupan su espacio, procedentes de los fondos que atesora el Círculo de Bellas Artes desde su fundación en 1880.
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